29 de junio de 2010

Desesperada



Quiero salvarte. Quiero tomarte en mis brazos y traerte a mi cama, acurrucarte, abrazarte y no dejarte salir hasta que estés bien. Sé que eres un adulto y que deberías poder tú solo con las cosas que pasan en la vida, pero eso no me quita el derecho a necesitar cobijarte.

Te miro, tan hombre, hecho y derecho y te necesito abrazar. Porque conozco al niño que hay adentro. El niño que quiero tomar en brazos, traer y cuidar.

Quiero hacerte algo rico de comer, malcriarte, ver una película. Aunque el mundo se esté cayendo a pedazos afuera de mi ventana, la que quiero que sea nuestra ventana, que mi cama, la que quiero que sea nuestra cama, sea el lugar más seguro donde podamos estar.

Y aunque yo también tenga una niña dentro a la que tengo que cuidar y sanar, el niño dentro del hombre que amo es más importante que el planeta entero y es a quien quiero sanar. Ese pequeño de ojos profundos que lo único que quiere es estar en paz. Mi niña de ojos pardos lo quiere abrazar.

Desearía ser más fuerte para poder cargarte en mis brazos y traerte conmigo. Desearía ser más graciosa, para que rieras más y más fuerte. Desearía estar más cerca, para poder estrecharte fuerte sobre mi pecho y dejarte ahí, hasta que hayas sanado. Desearía tener más dinero, para tomar el primer avión hasta tu casa y poder besarte.

Necesito salvarte porque si tú estás mal el mundo entero está triste. La ciudad se ve opaca cuando tú no sonríes y mis mañanas rosadas desaparecen completamente si tu despertar no es feliz.

27 de junio de 2010

A contra reloj



¿Cuándo comenzó? ¿Cuándo se fue todo a la cresta? ¿En qué momento se derrumbó todo y qué estaba haciendo yo que no me di cuenta?

Que alguien me salve y venga. Que aparezca la persona que sea capaz de explicar este desorden. Las ideas están todas regadas por la pieza, en el comedor los resto de los años se pudren sin que nadie tenga la decencia de limpiarlos. En la estancia están los cadáveres de quienes fui, sus cuerpo sin vida me traen más y más recuerdos, que invaden el baño y el balcón, se caen a la terraza y chorrean sin clemencia.

¿Cuándo empezó? ¿Cómo pasó sin que yo tuviera un mínimo de noción de lo que ocurría a mi alrededor? ¿Importa ahora?

Pareciera que estoy a contra reloj, recogiendo los trozos que aún sirven, lo que no está enfermo y todo eso, metiéndolo a una caja con los sobrantes que no están mermados en la vida. El resto a bolsas de basura lo más rápido que me permitan las manos, y luego trapeando el piso lleno de recuerdos que no voy a olvidar, pero que no tengo porque tener ahí, a la vista de quien quiera que abra la puerta.

¿Cuándo empezó? ¿Dónde comenzó? Parece que eso dejo de ser importante. Lo que importa es que acabe y ver como todo queda limpio. Quiero ver este lugar impecable. Sin manchas, sin restos, cambiar los muebles por nuevos y que los cuerpos que ahí estaban se entierren como debe ser, para que no vuelvan a penar. Que sus almas descansen, porque esta vez no quiero hacerlo mal. Todo tiene que salir bien.

¿Cómo te explico lo que pasó? Eso es lo que no sé. Puedo limpiar, puedo ordenar para que cuando llegues veas que ya no es como antes, que no hay porque cerrar los ojos, que ya no da miedo. Pero no sé empalabrar el proceso de aseo que tengo que hacer. Queda tanto por hacer y el tiempo parece tan corto.

¿Cuándo empezó? Ya no importa ¿Cuándo termina? Eso no lo sé.

Cartas en el correo



Varias cosas se han vuelto mi rutina desde que te fuiste. Una de ellas es recoger tu correo debajo puerta cada dos o tres veces por semana. Por más que insista en el correo que tu ya no vives acá y aunque las devuelva al remitente, siguen llegando. Y yo las sigo devolviendo. Como no dejaste ni teléfono ni una dirección para darles, están todas acá.

También llegan tus revistas. “Para la señora de la casa” me dice el cartero cada vez que le abro la puerta y me toca recibirlas. ¿Qué le voy a decir a tipo que no me conoce? ¿Que la señora se fue? ¿Para que? Si de todos modos tengo que recibir la condenada revista. Al menos podrías cambiar tú la dirección de llegada, si es tu subscripción. Aunque talvez donde estés no necesites leer ni Cosmopolitan ni Women’s Health. Lo gracioso es que tus revistan llega puntuales, pero las mías no.
He intentado seguir viviendo sin ti y hay días en lo que me va bastante bien. Hasta que veo que el correo para ti.

Escribió tu tía desde España. En caso de que leas esto, te aviso que está bien, aunque lo más seguro es que la hayas llamado. Recuerdo las abultadas cuentas de teléfono de larga distancia. Eso no lo extraño. Extraño que tu recibas tu correo, que firmes la hoja y leas tus revistas sentada en el sillón verde, te tomes tu copa de vino los sábados por la noche después de la cena y descanses mientras yo fumo y escribo mis historias.

Tengo una caja de cartas para ti. No todas han llegado por correo. Algunas las he escrito yo, pero como no tengo tu dirección se seguirían amontonando guardadas en el closet de tus zapatos.

Reporteo



En Concepción hay una niña que corre entre la gobernación y la Intendencia. Le digo niña aunque ya esté en los treinta, porque para mi es frágil e inocente, cómo si aún tuviese ocho años.

Se cuela entre la multitud de periodistas y estira tu brazo con su grabadora para sacar la cuña. Su voz liviana se escucha por sobre el resto de las preguntas y el intendente responde. Antes de que pueda salir del gentío, suena su celular. Su editor. La necesitan en Coronel. El móvil va en camino. Es hora de comer y sabe que no tendrá tiempo de almorzar, así que pasa por un paquete de galletas y se sube al auto que la espera para llevarla a la nueva noticia.

Son cerca de las ocho de la noche y la niña escribe sin parar en su computador. Tiene dos páginas completas y le queda el reporte del a radio, más el titular. Quiere ir se a su casa, comer algo caliente y descansar, pero aun hay 4559 caracteres que hacer aparecer por magia. Así es cualquiera de sus días.

Cuando finalmente se sube a su auto y prende la radio, respira. Lo volvió a lograr. Lo que venga mañana es cuento de otra historia. Por hoy el trabajo está hecho. Pone su disco favorito y Robert Pattinson comienza a cantar.

26 de junio de 2010

Admiración




Recuerdo haber estado sentada frente a él en un Crepes and Waffles, hipnotizada por el movimiento de sus labios. Él describía la situación política local, iba y volvía en el tiempo para explicar con toda claridad su punto de vista. Yo lo miraba y cada cierto tiempo hacía un comentario, pero su voz apagaba mi pensamiento y no logré hilar correctamente ni una idea.

Me obligué a pensar en algo inteligente que decir, pero no articulé más que uno o dos comentarios comparativos. Me sentí tonta, y esa es una sensación que raramente me genera un hombre.

Cuando terminó su idea hizo una pausa y tomó un poco de su jugo en leche. Sólo atiné a mirarlo y sonreír. En ese momento me di cuenta de que nunca había estado con un hombre que me generara ese tipo de admiración y orgullo. Es más, creo que nunca había admirado a un hombre en toda mi vida, no como admiraba al que tenía en frente. Esa extraña y cálida sensación me invadió, acelerando más mi ya agitado corazón. “Estas son demasiadas emociones para un solo día”.

- ¿En qué piensas?
- Estoy cansada
- ¿Nos vamos a la casa?

Pasó su brazo tras mi cuello y me acomodó en su hombro. Afuera del taxi la ciudad está iluminada y fría, todo lo contrario de mi lugar en el auto, donde los ojos de Alan eran la única luz que necesitaba.

Cuestión de tiempo





Es sólo cuestión de tiempo. Margarita se pone sus botas altas de tacón y ordena su chaleco negro, ese largo que hace unas semanas compró en una oferta cuando salía del trabajo. Se mira al espejo. Le gusta como se ve con esos pantalones grises y el chaleco. Revisa su maquillaje. Delineador, perfecto, algo de sombra lila, polvos compactos, casi nada de rubor. Brillo labial. Sólo faltaba el perfume.

Su estómago no podía contener el estrés. La verdad, Magie no estaba tan tranquila como la imagen del espejo. Era sólo cuestión de tiempo.

Revisó en su cartera, documentos, billetera, algo de sencillo para pagar el taxi, las llaves de la casa. Uno de sus gatos saltó a la cama y Magie se sentó con él un momento a respirar. Pero el sonido del reloj de la sala de estar, el que está sobre la chimenea y que resuena a cada hora, no la dejó en paz. Era sólo cuestión de tiempo.

Fueron siete meses los que espero para este momento. 213 días. En promedio unas 5040 horas. Así es el tiempo, se acumula y cuando el momento llega y no sabes que hacer, suele pasar más lento.

Margarita está enamorada y eso la tiene nerviosa. Porque la espera del amor es la más tortuosa. La que es capaz de derrumbarte, de matarte. Así que en lugar de pensar y seguir buscando culpables en el asunto, se va a alimentar a los gatos, da una vuelta por la casa y se asegura de que todo esté en orden. Todo impecable.

Es cuestión de tiempo ahora para que llegue el taxi que pidió. Vuelve a mirarse en el espejo, se pone su chaqueta negra y una bufanda que combina. Escucha la bocina y aunque las piernas le tiemblen, toma la cartera y sale.

Es cuestión de tiempo para llegar al bar de encuentro y dar el paso que Margarita en su momento pensó que jamás iba a dar. Ver su cara, escuchar sus excusas, razones o explicaciones. Lo que fuese. Era cuestión de tiempo sólo para volver a sentir su voz.

25 de junio de 2010

Despues del supermercado



El único sonido que logro escuchar es el de tu dedo golpeando el filtro de un cigarrillo consecutivamente, mientras que el humo sale entre tus labios, esos que no me están hablando.

Las micros pasan por la calle frente a nosotros, la gente también- sin siquiera mirarnos- el tiempo hace lo mismo sin ningún tipo de clemencia y yo lo único que quiero es tener conciencia de lo que este momento significa realmente, sin embargo, el sonido de tu dedo contra el cigarrillo se ha apoderado por completo de mi cabeza y es lo único en lo que puedo concentrarme por ahora.

No sé en que estás pensando, no sé que es lo que me quieres decir. Sé que es casi de noche y que tengo que llegar lo más rápido posible a mi casa. También sé que eso no te va a gustar, pero no puedo hacer nada para evitarlo.

Dejas de golpear el cigarro y te lo levas a los labios. Aún no me dices nada.

Quiero ponerme a llorar.

La historia de una muerte cinco veces

Hospital realizará sumario interno

A las pocas horas de vida murió primogénita de la familia Montenegro

Negligencia medica le habría costado la vida a la recién nacida, mientras que su madre se encuentra estable

Su familia no alcanzó a conocerla. A minutos de nacer falleció en el hospital de la ciudad de Los Ángeles la primera hija del afamado comerciante Antonio Montenegro y su esposa Elena Morales. Las causas del deceso están siendo analizadas, pero se baraja la posibilidad de una negligencia médica.

La menor Ángela Constanza nació en excelentes condiciones a las 3 de la mañana de ayer, pesó 3 kilos y 500 gramos después de un parto programado, el cual según la matrona de turno, Irma Cáceres, no tuvo ningún tipo de complicación. Sin embargo, pasadas las cinco de la mañana la menor habría comenzado a presentar una serie de extrañas convulsiones que terminaron por cobrarle la vida.

La familia ha declarado que presentará cargos contra el hospital, aun cuando no han dado mayores datos a la prensa. El encargado del caso será el destacado abogado Carlos Fuentes, quien se negó a dar mayores declaraciones.





Los Ángeles

Techo mata a niña de ocho años


Las condiciones de la casa eran excelentes y aún no se puede descubrir las razones del derrumbe


Sola en su casa en el centro de los Ángeles se encontraba ayer la menor de ocho años de iniciales K.L.T.O pasadas las tres de la tarde. Mientras veía televisión en el living, el techo del inmueble repentinamente comenzó a ceder, sepultando viva a la menor, la cual habría muerto de asfixia según declaró el Servicio Médico Legal de la ciudad.

El ruido provocado por el derrumbe alertó a los vecinos, quienes de inmediato llamaron a bomberos, carabineros y a los padres de la pequeña. “Nunca me imaginé que la niña estaba sola en la casa” declaró Amparo Medel, vecina de la familia “Los papás fueron muy irresponsables, no sé en que estaban pensando”.

Por su parte, los padres de la menor declararon estar muy afectados por los hechos y se negaron a hablar con la prensa. Sin embargo, cercanos a la familia desmintieron las presuntas denuncias de abandono y aseguraron que el matrimonio quería mucho a su pequeña hija.





Concepción

Escolar se ahorca con la corbata de su colegio

• La joven fue encontrada muerta por su madre cuando esta la fue a despertar para que fuera a clases

Colgada de la lámpara de su dormitorio fue encontrada la menor de iniciales G.F.E.R, de 17 años. La joven cursaba cuarto medio en el Liceo 1 de la ciudad y estaba a meses de graduarse. Según declaró el Servicio Medico Legal, la joven presentaba además cortaduras en sus muñecas y brazos, las que presuntamente habrían sido autoinferidas.

La escena tuvo que se presenciada por su madre, Ester Ramirez, de 45 años, quien debió ser trasladada al hospital por quedar en estado de shock.

Las razones que tuvo la joven para cometer suicidio están siendo investigadas por carabineros, quienes ya rastrearon sus cuentas en Internet, fotolog, Messenger o Facebook y en ninguna dio señal de depresión. Si embargo, el caso está siendo tratado de la forma más hermética posible.

Por su parte, el resto de la familia no ha querido dar declaraciones. El padre de la menor, quien vive separado de su mujer en otra localidad de la región no se ha hecho presente hasta el minuto y sólo abuelas y tías y compañeros del colegio velan a la menor en la capilla de su colegio.





Extraño caso sorprende Santiago

Periodista murió mientras dormía

Resultados médicos desechan la idea de un paro cardiaco, mientras se realizan pruebas familiares para buscar causa de muerte.

Un misterioso caso fue dado a la luz publica esta mañana, cuando la periodista Ignacia Herrera Cortéz, de 34 años y productora de Canal 13 fue encontrada muerta en su departamento en la comuna de Providencia.

La alarma la dio su hermana, quien al percatarse que Ignacia no se había levantado para ir a trabajar irrumpió en la habitación, encontrándola sin vida en su cama.

Las primeras pericias indican que habría sido un caso de apnea, sin embargo, los archivos médicos de la periodista y conductora del noticiero central de dicha casa televisiva no presentan esta enfermedad.

Los restos de la connotada profesional estarán siendo velados en la Iglesia de la Divina Providencia, mientras que se espera que su familia organice una serie de exámenes médicos para determinar con certeza la causal de muerte de la joven periodista.






Fue encontrada a los tres días en su departamento de New York

Afamada escritora muere en su departamento por paro cardiaco

• Según primeras pericias la causa de muerte habría sido una falla en su corazón pero los motivos están siendo analizados

En el más completo abandono y con la única compañía de sus gatos y de sus cigarrillos fue encontrada María Elena Jaramillo, escritora y premio Nobel en el año 2042. Una falla cardiaca le quitó la vida el martes y sólo la pasada tarde se notificó a las autoridades.
Los restos de la escritora chilena, radicada en New York desde hace más de treinta años, serán exhumados en cuanto terminen las pericias para determinar la causa de su muerte. En primera instancia se trataría de un insuficiencia cardiaca provocada por el cigarrillo, sin embargo, la investigación tomó un rumbo distinto cuando se encontraron más de 90 cartas de amor junto al cuerpo.

Vacia

¿Alguna vez han amado tanto a otra persona que duele? Es una extraña y desesperante sensación en el cuerpo entero de molestia, como si algo te faltara.

Así desperté hoy.

Cuando abrí un ojo eran pasada las 10 y sentí la cama de dos plazas fría a mi lado. Fue ahí cuando esta cosquilla molesta comenzó. Con la obviedad física del vacío. No quise moverme, pero el hambre fue más fuerte. Y ahí estaba otra vez. El café para uno, las tostadas para uno, la bandeja semi vacía y mi cama esperándome. El departamento se me hizo enorme. El mundo entero se vio tres veces más inmenso de lo que puede llegar a ser.

Así me siento cuando tú no estás.

Ficción




Cuando niña quería un patio con pasto, con una casa en el árbol para esconderme y jugar.

Tenía ocho años y sólo soñaba con algo de normalidad, de esa hecha en Hollywood, con la gran casa con la reja de madera blanca y el buzón en la entrada con el apellido de la familia, la mamá feliz que hace pasteles y galletas, el papá con trabajo llegando a la casa a las cinco, los hermanos mayores que te molestan y los menores que te toca cuidar, los vecinos. Soñaba con salir a jugar a la calle y tener amigos, andar en bicicleta, en rollers o en patineta. A los ocho años esa era mi mayor aspiración.

Y no la tuve, por supuesto.

A los quince años tuve una idea, ya que mi sueño de infancia jamás desapareció, sino que mutó a una versión adolescente, con los mismos vecinos perfectos convirtiéndose en las primeras citas y un columpio en el jardín donde conversar con las amigas.

Tomé una hoja y lo escribí. Escribí que tenia doce años. Escribí que tenía un mejor amigo del que estaba enamorada, una mamá lo que podríamos llamar “tipo”, un papá como el que jamás conocí, un hermano mayor que se la pasaba haciéndome la vida un infierno y una casa hermosa con mucho patio y un sauce en el jardín.

En ese cuento yo era feliz. Y escribiendo ese cuento era aún más feliz. Mi mejor amigo tenia dos hermanos mayores y nos divertíamos. Hacíamos todo eso que en la vida real no podía hacer, porque en mi casa no habían hermano, ni pato con pasto, ni vecinos de mi edad, ni un papá, y mi mamá pasaba todo el día en el trabajo. No podía salir a la calle, porque no estábamos en un barrio residencial.

En el cuento me la pasaba andando en patines. Hacíamos competencias y generalmente perdía. Mis amigos eran niños y, tal como en la vida real, no me llevaba muy bien con las mujeres. No recuerdo haber tenido una mejor amiga en la historia, para mi Zac era mi todo. De él fue del que me enamore. Era obvio. En la vida real a esa edad también me enamoré de mi mejor amigo. Supongo que son las cosas básicas que deben ocurrirle a cualquier persona. En el cuento Zac también se enamoró de mi. En la vida real no.

Me pasaba más horas del día escribiendo y releyendo mi cuento que preocupada de la vida real. La verdad, la vida real no era mucho mas interesante. Era mejor estar en la heladería con Tay o ir a jugar Bowling con Ike. En el mundo tres d me iba horrible en el colegio, en el cuento también. Supongo que es porque ese tema en ninguna de las dimensiones me interesó.

Cuando tuve que terminarlo me tocó hacer de tripas corazón. Sabía que podría releerlo cada vez que quisiera, pero no habría nuevas aventuras, ni nuevas salidas. En la vida real no tenia a nadie como a mis amigos de mi historia. Era mi vida paralela. Y la tuve que terminar, con un final feliz y abierto, pero con un final de todos modos.

Cuando termine de escribir ese cuento, saque otro cuaderno y empecé a escribir como sería estar con esos amigos a los veinte años. Y así suma y sigue con muchos más que creé a lo largo de los años, en miles de distintas situaciones, lugares y edades. Ya son más de quince y pensaba en hacer unos más.

Y no es que no me guste mi vida, porque ahora a los 25 realmente no está tan mal. Es que me encanta ver como es el rosado de mi fantasía y como toma una vida inmensa, llegando a tener banda sonora, imágenes y portada.

Me myself and I



Todo lo que tengo es a mi, a mi mismo y a yo. Así el mundo se acabe, nunca estaré solo. He aprendido a comprendernos y ellos han entendido que así soy yo.
No ha sido un proceso simple, nos a tomado 30 años adecuarnos, estar cómodos en nuestra piel. Ha habido días en que yo he querido estar solo, completamente solo, y mi mismo no me deja en paz.

Tal vez suene ilógico, pero eso ya dejo de importarme. Somos tres aquí adentro y los tres pensamos bastante distinto sobre la mayoría de las cosas que nos pasan. Por eso hay días que es un infiero ser yo y prefiero ser mi mismo.

En el tiempo que no nos soportábamos, los tres hicimos mucho daño. Daño a otros y daños entre nosotros. Yo sé cuando miento y mi mismo no me deja en paz. El mi de mi conciencia no parece tomar parte en algunas de esas discusiones, pero yo soy el que finalmente hace la peor parte.

Pero ahora es distinto. Ahora sé que nos tenemos. Y sé que encontraremos la forma de llevarnos bien. Al fin y al cabo, estaremos bien. Yo estaré bien conmigo mismo. Con mi yo.

23 de junio de 2010

Palabra, acto, omisión




Con-placer

Siento que soy la mejor mentirosa de esta habitación. No puedo decir de la ciudad y menos del planeta, pero entre estas cuatro paredes de seguro soy la que engaña de la mejor forma.

Soy tan buena mintiendo que hasta yo me creo.

No tengo límite en mi desfachatez, no hay una carga sobre mis hombros, no hay lugar ni momento es el que yo no sea capaz de manejar mis palabras y decirlo que no es real. No hay forma de que alguien se de cuenta.

Miento en las mañanas cuando salgo de mi habitación y bendigo al día, cuando entro a la ducha y digo que el agua está bien, cuando salgo a la calle y saludo a mis vecinos, cuando manejo y dejo pasar a los peatones, miento en el trabajo, en mi casa y en la cama.

Miento cuando escribo y cuando pienso.

Miento cuando me confieso y cuando lloro.

Miento cuando digo la verdad y cuando quiero engañar también.

Es mentira que no miento, que miento y que me retracto. Soy pecadora de palabra, acto y omisión

Sin-placer

Cuando hablo, intento decir lo que siento.

Desapareciste


Zac dejó de caminar y se dio vuelta para mirarme. Llevaba sus gafas negras y la bufanda le tapaba parte de la cara. Era una tarde fría en Chicago y el viento jugaba sin parar con mi pelo mientras más lagrimas cayeron por mi cara.

- Estas haciendo escándalo de la nada- me dijo y su voz sonó como cuchillos que me atravesaron la piel.

- Tú siempre ignoras las cosas que me pasan- suspiró. Esa era la más clara confirmación de su cansancio. Sabía que Zac estaba cansado y hastiado de todo, incluso de mi.

- En tu mente enferma siempre terminas siendo la victima de todas las cosas que hago y de las que no hago también- me sequé las lágrimas y lo miré una vez más mientras me llenaba de aire y de coraje para decir las palabras que el jamás diría.

- Así que… esto es todo- y se quedó en silencio, pero su rostro no cambio ni demostró sorpresa

- Eso parece- respondió al cabo de algunos segundos y eso fue suficiente para que el mundo entero se cayera para mi. Apreté las manos en mis bolsillos y me mordí la lengua, intentando dejar de llorar frente a él.

- Podrías haberlo dicho antes- fueron mis ultimas palabras antes de darle la espalda y comenzar a caminar a la estación de metro mas cercana.

Él nunca me pidió que me detuviera ni gritó mi nombre, como pasa en las películas. Tampoco me llamo para decir que me amaba. El sólo desapareció.

Muda



Algo tiene la boca de Alan. Algo que no he podido descifrar. Me basta con tenerla en frente para que me hipnotice y para que olvide cualquier otro pensamiento.

La boca de Alan me enloquece y también me embrutece. Muchas estupideces he dicho por estar pendiente de sus labios y perder capacidad de raciocinio.

Lo gracioso es que de su boca sólo he escuchado buenas ideas, exceptuando una o dos idioteces que puedo incluso perdonar.

Su boca inhabilita a la mía. Me inhabilita por completo. Me somete y me duele decirlo, porque por indomable que pensé ser, bastaron esos dos labios y las palabras que de ellos salían, para ponerme un lazo del que no quiero zafarme.

Alma mia


Veo que sus ojos están llenos de lágrimas mientras que camina desde la banca que ocupaba hasta la puerta del baño. Pasa a mi lado y no dice nada. Yo, por supuesto, no puedo emitir sonido alguno y caigo nuevamente en una suerte de espiral de silencio del que no puedo salir. Pero en el fondo ella sabe lo que creo y pienso de la situación. Sé que sabe que la quiero.

Se veía tan linda a las cinco, su pelo liso caía sobre sus hombros y parte de su cara, el mismo que se movía junto con el viento a cada paso que daba. Quise ir a abrazarla, pero no pude por la misma razón que la que no le hablé cuando el rimel, que cubría anteriormente sus pestañas, se unía con miles de lágrimas cayendo por sus mejillas sin parar.

Cuando a las cinco la vi aparecer realmente quise detener el tiempo y contemplarla por la eternidad. Su vestido, su maquillaje, la manera tierna, triste y emocionada con la que sus pasos marcaban un ritmo nuevo por sobre el suelo, por sobre cualquier otra persona a su alrededor. Era sólo ella y eso bastaba. Hasta me sonrió. Después se sentó en la banca esa y comenzó a quemar cigarros tras cigarros, uno, otro y otro mientras que miraba el reloj y no atinaba a más. No se movía, no hacía nada excepto fumar.

A los quince minutos su cara cambió radicalmente. Cuando prendió el cuarto cigarro y se dio cuenta que el reloj ya había avanzado demasiado como para seguir sentada sola ahí. En ese instante me miró como pidiendo una excusa, una explicación. Como si, al igual que yo, ella también quisiera detener el tiempo para poder darse una esperanza eterna.

Cuando mi reloj me dijo que eran las cinco y treinta sus manos ya temblaban. Pero no era de nerviosismo, lo sé, su cara reflejaba una tristeza y un desconsuelo que nunca antes imaginé. Me dio mucho miedo al principio, siempre la he pintado como una mujer de demasiada fuerza como para derrumbarse en media hora, pero luego me di cuenta que es demasiado frágil como para soportar ese tipo de situaciones y que todo lo que siempre pensé de ella era lo que todo el mundo podía creer, pero que no tiene ningún tipo de relación con lo que es. Y solo yo puedo conocerla así. Sólo yo tengo el poder de entrar en su cuerpo y nadar en su alma.

Después de quince minutos más de espera vi como se levantaba. Su vestido negro se arrastraba como manto eterno y dejaba una estela de sus lágrimas por el suelo. Cuando pasó a mi lado me rozó el hombro suavemente y sentí su respiración fría en mi cuello por un segundo que se confundía con el humo de nuestros cigarrillos. En ese momento entró al baño y yo caminé hacia la banca que antes ella había ocupado por 45 minutos completos.

Me senté en su lugar y vi pasar el mundo tal como ella lo había hecho. Escuchaba su llanto más allá y juro podía sentir como sus lágrimas le quemaban las mejillas. Sin embargo, nunca logré ponerme de pié y caminar hasta ella a abrazarla o a decirle que lo sentía mucho. No pude y aún no puedo. No sé que más hacer excepto quedarme sintiendo pena por ambas. Por ella, que lo intentó y no lo logró y por mi, que aún no lo intento.

Bailar







Bailas frente a mi con las manos en los bolsillos y los ojos cerrados. La música es perfecta para el momento, nunca antes había apreciado lo bien que pueden sonar los Cure con el volumen así de alto.

Estas cantando “Why can’t I be you” y me sonríes de pronto. No hay ningún otro lugar en el que me gustaría estar ahora, ni nadie más que me gustaría ser.
Te vez muy extraño cuando te mueves a mi alrededor siguiendo el ritmo de la canción. En mi vida te había visto en esta situación y me sorprende hacerlo. Hay muchas cosas de ti que me descolocan, posiblemente porque no sé casi nada referente a tu comportamiento. Lo maravilloso es que no parece molestarte, todo lo contrario, es justamente ese el encanto mágico de nuestra relación.

Cierro los ojos y me dejo llevar por la música. Este es el instante más sublime que he vivido en lo últimos años, siento como las vibraciones que viene del parlante más cercano comienzan a derrumbar todas las capas de mi piel y entrar suavemente hasta lo más profundo. Estoy conciente de como doy vueltas sin importarme nada más que continuar en este estado alucinante de sobrevivencia momentáneo.

Hasta que abro los ojos. Tú ya no estás.

Ojos cerrados


El no poder llorar me desespera, en especial porque estaba acostumbrada a hacerlo de manera frecuente y prácticamente por cualquier motivo. Pero ya se va a cumplir un año desde que dejé de hacerlo, mejor dicho de poder hacerlo, y el conformismo por esta situación fría y hermética ya no tiene remedio.

También dejé de ver estrellas al apretarme los ojos, pero no recuerdo el momento exacto en que eso ocurrió. Un día dejé de hacerlo y cuando lo intenté nuevamente hace algunas noches atrás, simplemente no resultó. Estaba sobre mi cama intentando dormir, la ventana estaba abierta porque el verano es insoportable y podía escuchar como mi gata era acosada por los callejeros fuera de la cocina que la persiguen por estar en celo. Tenía los ojos cerrados sin lograr sentirme completamente relajada, cuando recordé que hacía mucho tiempo, cuando tenía cinco años, antes de quedarme dormida solía apretarme los ojos con los dedos y imaginaba que estaba en la nave de Han Solo, de “La guerra de las galaxias”, viajando a la velocidad de la luz, así que intenté hacerlo. Y no resultó. Lo volví a intentar y no ocurrió nada. Me pasé un millón de minutos apretándolos y lo único que logré fue hacer que me dolieran. Ni siquiera pude dormir.

Hace unas semanas me di cuenta que nunca escuché mi propio consejo, no me acuerdo como piensan los niños. Aun puedo actuar como uno de ellos, pero uso la lógica de un adulto, lo cual derrumba toda una filosofía de vida que creí tener y que, sólo hace poco, me di cuenta que ya no puedo seguir. Mi hermano se enojó por una estupidez que de seguro para él tenía mucho sentido, pero yo me enfurecí por su reacción de niño de siete años consentido que no tiene un razonamiento consecuente y opté por alejarme inmediatamente. Pero se me olvidó que por mucho que nos llevamos muy bien, él aun es muy pequeño y yo soy casi cuatro veces mayor. Olvidé como me sentía yo a su edad y como quería que la gente fuera conmigo. Se me olvidó mi promesa de nunca olvidar lo que es ser un niño. Todas las veces que leí “El principito” fueron un desperdicio.

Ahora manejo, voto y consumo alcohol en locales públicos, pero eso vale de nada con todo lo que ya no puedo hacer, no le veo la utilidad en el paralelismo con la infancia.

De todo lo que ya no hago, lejos lo que más me duele es no poder llorar. Es un sinónimo a no sentir, a madurar. Es una sentencia, es imposible. Lo he hecho todo y nada. A lo más siento angustia y el pecho se me aprieta, la pena puede llenarme de forma completa, pero ninguna lagrima rueda por mi cara, nada sale de mis ojos.

Hoy no hice nada.