27 de junio de 2010

Cartas en el correo



Varias cosas se han vuelto mi rutina desde que te fuiste. Una de ellas es recoger tu correo debajo puerta cada dos o tres veces por semana. Por más que insista en el correo que tu ya no vives acá y aunque las devuelva al remitente, siguen llegando. Y yo las sigo devolviendo. Como no dejaste ni teléfono ni una dirección para darles, están todas acá.

También llegan tus revistas. “Para la señora de la casa” me dice el cartero cada vez que le abro la puerta y me toca recibirlas. ¿Qué le voy a decir a tipo que no me conoce? ¿Que la señora se fue? ¿Para que? Si de todos modos tengo que recibir la condenada revista. Al menos podrías cambiar tú la dirección de llegada, si es tu subscripción. Aunque talvez donde estés no necesites leer ni Cosmopolitan ni Women’s Health. Lo gracioso es que tus revistan llega puntuales, pero las mías no.
He intentado seguir viviendo sin ti y hay días en lo que me va bastante bien. Hasta que veo que el correo para ti.

Escribió tu tía desde España. En caso de que leas esto, te aviso que está bien, aunque lo más seguro es que la hayas llamado. Recuerdo las abultadas cuentas de teléfono de larga distancia. Eso no lo extraño. Extraño que tu recibas tu correo, que firmes la hoja y leas tus revistas sentada en el sillón verde, te tomes tu copa de vino los sábados por la noche después de la cena y descanses mientras yo fumo y escribo mis historias.

Tengo una caja de cartas para ti. No todas han llegado por correo. Algunas las he escrito yo, pero como no tengo tu dirección se seguirían amontonando guardadas en el closet de tus zapatos.

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