11 de noviembre de 2012

El escape de los muertos


Sus manos abren la reja de la casa y fuerza la chapa para podernos esconder. Todo está oscuro, pero afuera no es mucho mejor. En cosa de minutos escucho como una horda de zombies comienzan a golpear las ventanas, las puertas y hasta las murallas de la casa, intentando entrar.

Tengo ganas de llorar, de echarme a morir. A estas alturas hasta dejaría que me coman para acabar con esta mierda de pesadilla de la que hace semanas no puedo despertar.

- Está vacía- Nicolás abre su mochila y saca dos cargas de balas. Me pasa una y luego pone la otra en su pistola.
- Lo mejor es que te quedes acá mientras voy a buscar a Javier
- No- un pánico superior se apodera de mi ante esa frase. Quedarme en una casa abandonada y rodeada de zombies no es, en ningún escenario, un buen plan para cuidarse
- No me puedo quedar en esta casa sola mientras tu sales a buscar a tu hermano
- Si Reyes, es demasiado peligroso que vayas conmigo y acá no te van a encontrar. Además, voy a volver al tiro
- Cuando dicen eso en las películas nunca vuelven- se me llenan los ojos de lágrimas, pero no cae ninguna por mis mejillas. Es inútil llorar. Estamos condenados.
- En tu mochila dejé otra pistola, dos cargas y las botellas con agua- veo como arregla todo y se asoma sigiloso por las cortinas de una ventana. Afuera está lleno de esos monstruos que quieren comernos y él cree que la mejor idea es que me quede escondida acá.
Es un hecho. Me voy a morir.
 - Voy a lanzar una bengala por el balcón para poder salir ¿te queda carga en el teléfono?
- Si, pero hace como dos días que parece que las líneas están muertas, porque no he podido contactarme con nadie- me afirmo contra la pared y cierro los ojos
- De todos modos cuando estén a punto de comerme voy a intentar llamarte para decirte que dejarme acá fue una mala idea- Nicolás me sonríe, se pone la mochila y se acerca para despedirse.
- Intentare contestarte, pero sabes que nunca escucho el teléfono.
Un ruido proveniente desde el fondo de la casa nos devuelve a nuestro estado de alerta. Nos quedamos quietos, Nicolás apunta hacia el pastillo con el dedo en el gatillo, listo para disparar. Me tiemblan las rodillas, pero intento que no se note. Levanto mi revolver y espero. Algo se acerca.
- ¿Quién anda ahí?- una voz media dormida pregunta
-¡Tengo un rifle y voy a reventarlos si se mueven!- ninguno de nosotros baja las armas. No sé si esto es una trampa, los zombies que hemos visto técnicamente no hablan.
- Estamos buscando refugio, no te vamos a hacer nada… soy Nicolás y ella es Mao, venimos arrancando desde el centro- las manos del desconocido que nos está apuntando tiemblan. En cualquier minuto nos mata. A lo mejor eso sería mejor
- Voy a bajar el arma… si tú haces lo mismo
- Ella también…
 - Hazlo- Nicolás me ordena. Los dos comenzamos a bajar las manos mientras que vemos como el rifle deja de apuntarnos la cabeza
- Me llamo Carlos… ¿Están heridos?
- No… ¿Tú?- le respondo mientras que intento verlo bien en la oscuridad
- No, llevo escondido acá una semana… ¿Cómo escaparon del centro? Por radio dijeron que era imposible sobrevivir, que esas cosas estaban por todas partes
- Tuvimos suerte, mi hermano nos trajo. Ahora fue a llenar el estanque con bencina y tengo que ir a buscarlo para salir de acá, se suponía que debíamos encontrar comida pero no hay nada
- ¿Y se van a quedar acá?
- Yo no, sólo ella- Nico no me mira, ordena sus cosas, guarda la pistola y mueve sigilosamente la cortina para revisar si hay zombies afuera
- Pero sólo por un rato, va a estar más segura acá mientras voy por mi hermano ¿la puedes cuidar?
- Yo me puedo cuidar sola, gracias
- No te preocupes, déjala acá. Si en dos semanas esas cosas no han entrado no creo que justo ahora lo hagan- Carlos se devuelve por el pasillo y dejar su rifle en el suelo. Nicolás comienza a subir las escaleras en búsqueda de un balcón para lanzar una bengala y yo lo sigo protestando su decisión
- Nico, no me quiero quedar, esto no es una buena idea, tengo un pésimo presentimiento
- Reyes, son las dos de la mañana, a lo más me voy a demorar hasta las 6. Confía en mi, nada va a salir mal, ok- me resigno. Si efectivamente nunca vuelve o si me matan antes de que llegue, estos son mis últimos minutos con él y mejor no pasarlos discutiendo.

Miro mi reloj. 3.30 am. Mi cuidador ronca desde la pieza encerrado con llave. Creo que ha sobrevivido estas semanas tomando calmantes o algún tipo de relajante. Hay ruidos afuera, así que intento no moverme para que no me sientan.
Vivir una invasión zombie no es lo que tenía en mente para estas vacaciones de verano. Debería estar en la playa, en una hamaca durmiendo siesta.

Golpes contra el vidrio de una ventana me sacan de mis pensamientos. Mejor dejo de perder el tiempo y me aseguro de que ninguna de esas cosas pueda entrar a comerme. Saco mi revolver y camino por la casa. La puerta de entrada la bloqueé con una cómoda y la mayoría de las ventanas está tapada con madera. A lo mejor Carlos tiene razón, si estos zombies no han entrado en una semana, no deberían poder entrar ahora. 

Pero ni siquiera tengo tiempo de respirar, mínimamente aliviada. El sonido de un vidrio rompiéndose en el comedor me obliga a correr y a reventarle la cabeza a dos de ellos que se lograron colar. Tengo que pensar rápido. Olvidarme que antes eran personas. Tengo que matarlos y poner algo para que no puedan seguir entrando.

Los zombies ya están en el patio. Espero que Nicolás se apure. Como puedo muevo el mueble de una pared hasta el ventanal y me aseguro de que cubra el trozo de vidrio que rompieron. De todos modos necesito más madera o cualquier cosa que sirva para seguir tapando lo espacios por los que puedan entrar. Bueno, supongo que a Carlos no le va a importar que rompa un par de cosas mientras estoy acá. De todos modos, ya dejé dos zombies muertos en su living.

Reviso todos los muebles de la cocina y busco en cuchillo más grande. Debería buscar un hacha, pero las posibilidades de encontrar una son nulas, la entrada al garaje está bloqueada. Es lo que hay. Peleo con la puerta de la cocina un rato, hasta que logro sacarla, sigo con las de los muebles y las apilo en el living.

El silencio me incomoda. Los gruñidos de los zombies afuera suenan como un zumbido que me está volviendo loca. Nunca hice un curso para matar muertos que caminan, a lo mejor me sentiría un poco más segura si supera que carajo estoy haciendo. Lo único que sé hacer es sacar y poner el seguro de la pistola, porque Nicolás me lo gritó mientras salíamos del edificio.
El centro estaba lleno de estas cosas. Pensé que nos íbamos a morir ahí. Salimos de mi casa y nos rodearon. De no haber sido por mi vecino del frente que prácticamente atropelló a todos los zombies de la cuadra para meternos en su camionera ya estaríamos muertos. O comiendo gente como el resto.

Sigo tapando ventanas y puertas como puedo. Afuera pareciera haber una guerra. Es inútil perder balas para matarlos a todos, son demasiado y terminaría atrayendo más de esos a la casa. Necesito hacer silencio, esconderme. A lo mejor la técnica de Carlos es buena, esconderse, no hacer ruido y esperar a que esto termine de una vez. Pero lamentablemente no soy buena para quedarme haciendo nada.

Ya casi son las 5. Falta menos para que amanezca. No sé porque sigo pensando que con el sol todo esto va a terminar. Nicolás todavía no aparece, espero que este bien, que haya encontrado a su hermano y que venga pronto por mi. No sé cuanto tiempo más voy a resistir aquí a dentro. Las ventabas ya están empezando a ceder y las puertas también.

Sigo mirando mi teléfono cada dos segundos esperando que me llame para decirme que está afuera. Esta casa huele a muerto y no sólo por los cadáveres de zombie en medio del living, tengo un mal presentimiento. Son demasiados allá afuera.

El sonido de las tablas cediendo ante el peso de cientos de cadáveres me hace reaccionar y en menos de un segundo corro a la escalera, disparándole a todos los que se me acercan. Pero son demasiado. Sus bocas con sangre, el olor a muerto de sus cuerpos, sus brazos podridos levantados para atraparme a cualquier costo… todo es demasiado para mi.

Sigo subiendo y sigo disparando, reventando cráneos y viendo como cadáveres pisan cadáveres, desesperado por comerme. Cierro la puerta tras mi espalda, pongo el seguro y busco algo más con que bloquear la entrada. Arrastro la comoda con el televiso arriba miro a mi alrededor. Estoy atradapada en esta habitación. Afuera de la casa está lleno de zombies. La casa está llena de zombies. Nicolás no va a llegar a salvarme, lo más seguro es que ya lo hayan matado, a lo mejor ni siquiera logró salir de aquí…

Ya no hay nada más que hacer. Esto se acabó. Si salgo me matan. Si me quedo me matan. Busco mi teléfono en uno de mis bolsillos y marco. La línea no funciona. Corto y vuelvo a marcar, pero no suena nada. Comienzo a llorar sin darme cuenta, supongo que ahora no importa que me desmorone. Ya no importa nada.
Lloro en el suelo, abrazando mis piernas en posición fetal. Como último instinto de sobrevivencia me escondo debajo de la cama, como si eso fuese a ayudar en algo. Sigo llorando hasta que los ojos me arden tanto que apenas puedo tenerlos abiertos y me quedo dormida, a la espera de que los zombies me coman y todo esto termine de una vez.

Despierto asustada. No logro escuchar nada. Espero unos segundos y me asomo desde mi escondite. El sol brilla. Debe ser cerca de medio día. Me pongo de pie y miro por la ventana. No se ve nada extraño, ni zombies, ni cadáveres. Nada.

Intento escuchar a través de la puerta, pero sólo hay silencio. Muevo muy despacio el mueble para no hacer ruido, le saco el seguro a mi revolver y sin quitar el dedo del gatillo, abro la puerta muy despacio. Huele a tocino.
- Hola, baja, tu desayuno está listo, Nicolás ya debe estar por llegar- Carlos me dice con una sonrisa desde la cocina mientras yo me asomo al primer piso para ver que pasa.
Y no puedo creer lo que veo… no hay zombies. No están todos los cadáveres que recuerdo haber visto mientras subía a esconderme. No hay nada. Es como si nunca hubiesen existido. Suspiro aliviada y bajo mi arma mientras comienzo a bajar para comer algo. No recuerdo cuando fue la última vez que comí algo que hubiese pasado por el fuego de una cocina.

Pero algo me obliga a detenerme antes de llegar al primer piso. Carlos. Carlos camina lento, como su sus piernas estuviesen podridas… muertas. Se da vuelta al escuchar que me detengo y me mira a los ojos mientras que comienza a acercarse a mi. Vuelvo a subir lo más rápido que puedo, superada por el miedo, cuando me doy cuenta que la escalera está llena de zombies. Salen de todas partes de la casa, incluso los que recuerdo haber matado anoche.

Disparo para hacerme camino, pero es imposible avanzar. Es imposible luchar.

18 de mayo de 2011

Musical Ride




La miro en el balcón, fumando un cigarro con el laptop sobre las piernas y la gata sentada a un lado, perdida en el vacío.
La observo creando un mundo paralelo sobre un archivo de word en blanco, totalmente absorta del cualquier estímulo externo y no me atrevo a hablarle. Hace días que no conversamos, me cuenta un par de cosas, nos reímos un poco, pero ya no es como antes.

Ya no es lo mismo.

Me gusta verla feliz. Me complace saber que cada día está mejor. La veo más sana. Menos herida. Pero ya no hablamos como antes. Nuestras conversaciones de horas sobre la cama se han reducido a un par de palabras antes de dormir. Me tengo que repetir cada cierto tiempo “Zac, eso es lo que tiene que pasar, siempre ha sido así y lo seguirá siendo”, pero hay una parte de mi a la que le cuesta resignarse.

La observo un par de minutos. Teclea rápido. A ratos mira a Belle y le dice que no se asome tanto al borde. La gata la mira, como si la entendiera, pero no se mueve.
Me gustaría pensar que he hecho algo por ella. Si se lo digo, ella me asegurará que nada de lo que ha cambiado sería así sin mi. Pero sé que es mentira. Ella ha cambiado porque es fuerte, por mucho que lo niegue. Va a estar bien. Siempre lo supe, pero no me preparé para verla mejor.
Al menos sé que no es momento aún de dejarla sola. Me da miedo que en cualquier minuto se venga abajo. Su fortaleza todavía es débil y me queda tiempo a su lado. De aquí a septiembre. Después de eso, creo que volveremos a como éramos antes.

- Zac, ¿en qué piensas?- me pregunta dejando el computador sobre la silla en el balcón para sentarse a mi lado. Descansa la cabeza sobre mis piernas y deja que mis dedos viajen lentamente por su pelo.
- En nuestro viaje musical de mañana
- ¿Preparando una playlist para ir a trabajar?- le sonrío. Sus ojos brillan, hace mucho que no los veía así
- Sí y va a cambiar la forma en la que pensabas que sería tu dia
- ¿Por qué?
- Te va a dejar sin aliento, te mostraré cosas que no conocías y te va a hacer volar la cabeza
- Suena prometedor
- A veces siento que sólo te doy nada
- No es así, tu me lo has dado todo… todo, nada y más- nos quedamos en silencio, yo sopesando sus palabras y ella se pierde en mis ojos unos segundos, hasta que le digo
- Elije el destino y yo elijo el camino- me mira y sonríe. Mis dedos pasan por sus labios y la siento suspirar. Sé en qué está pensando y antes de que lo diga, las palabras se le escapan de la boca- Aun no te decidas, quedan cosas por ver y cada vez que te pierdes un momento pierdes una oportunidad de volver a creer
- Lo sé
- Esa confrontación que sientes es tu corazón- suspira y cierra los ojos- Es obvio y es simple, pero dejar ir siempre es la parte más difícil

La verdad




Zac me mira y abre otra lata de cerveza. A su lado, mi hermano y junto a él, varios amigos más. Frente al sillón de Zac, yo, de pie en la cocina. Sin entender nada.
Zac me mira con los ojos vacíos, como si no estuviera ahí. Limpio el borde de una lata y la abro. Más cerveza para mi. ¿Cuántas tengo que tomarme para que esto tenga un poco de sentido?
Zac me mira, perdido en la conversación. Prende un cigarro y camina al balcón. Yo lo sigo sin pensar, con paso lento, ausente de la sala de mi propia casa.

- ¿Prefieres que me quede en la habitación con el gato?- me pregunta con la mirada perdida en la ciudad frente a nosotros
- No, quiero que te quedes conmigo
- Estás con tus amigos
- Tú también eres mi amigo- vuelve los ojos hacia mi y el frío que los envuelve se me clava en el pecho, dejándome en claro que es lo que piensa- Sí sé que es diferente Zac, pero para mi es lo mismo
- No, no lo es y creo que ya es tiempo de que lo veas
- No digas eso, no ahora
- ¿Entonces cuando?
- No ahora- nos quedamos en silencio y yo busco su mano en el espacio junto a mi- Yo te prefiero a ti
- Tu hermano está ahí
- Yo te prefiero a ti
- Estás drogada
- Yo te prefiero a ti
- No sabes lo que dices
- Yo te prefiero a ti
- Soy tu amigo imaginario, no existo
- Aún así, yo te prefiero a ti
- ¿Mao?- mi mejor amigo abre la puerta y se asoma en el balcón - ¿Estás hablando sola de nuevo?

14 de abril de 2011

Supermercado




- Escucha esto- le digo desde la cama. Él está sentado en el puff cerca del televisor jugando play station. Pone pausa y se da vuelta.
- ¿Qué escribiste ahora? ¿Debería tener miedo?

Lo conocí en la fila del supermercado. Había sido uno de esos días en el trabajo en os que hubiese dado todo por llegar a mi casa, taparme hasta la cabeza y quedarme sin hacer nada hasta la semana entrante. Pero no se podía.
Él estaba delante de mí en la fila para a caja. Tarareaba una canción y jugaba con Iphone. Tenía el pelo rubio y usaba gafas tipo aviador.

- ¿Y tú que tenías puesto?
- Zac, todavía estoy leyendo, además ¿Qué diferencia hace lo que yo use?
- A mi me interesa, quiero imaginar que es lo que te voy a sacar al final de la historia- me da su mejor sonrisa y se saca las zapatillas para meterse debajo del cobertor conmigo- Si andas con los pantalones y las botas de ayer en el cuento, sería capaz hasta de ofrecerme a pagarte la cuenta
- ¡Zac!
- ¿Qué?
- ¿Puedo seguir leyendo?
- Obvio, sigue, claro
- Gracias

Lo conocí en la fila del supermercado un día en que estaba de pésimo humor. La cajera era lenta, uno de mis clientes se había quejado con mi jefa, los tacones me tenían aburrida. Lo único que quería era irme a mi casa. Y él tenia un carro lleno delante de mi.
- ¿Aló?- mi hermana me llamó en algún punto de la espera - No, en el supermercado- él se dio vuelta sigilosamente, me miró y luego se fijó en mis compras. Yo hice como que no lo había notado.
- ¿Y tu novio no puede ira buscarte? Es que tengo para rato acá… te llamo cuando salga ¿ok?- guardo el teléfono en el bolsillo y suspiro. No pasó un minuto cuando oí su voz.
- Disculpa- levanté la mirada y me encontré con su sonrisa, con su barba casual y mi reflejo en sus gafas- No es que quiera molestarte, pero hace tiempo que quiero probar la mantequilla de maní y quería saber como es
- ¿Y por qué no las compras?
- ¿Y si no me gusta?
- La dejas y no te la comes- le sonreí, lo vi en sus gafas. Fue ahí cuando noté que estaba coqueteando.
- Siempre he comprado la que tiene trozos de maní, pero esa marca no la conozco y mis hermanos dicen que es buena
- Sí, es buena, es más cremosa que la que llevas- dije señalando su carro- Pero sigu siendo crocante, queda rica con tostadas
- ¿Fritas con platano?

- Sabía que dirá una cosa como esa
- Zac, eres tú, obvio que sabes que es lo que vas a decir ¿puedo seguir leyendo ahora?
- ¿No se pueden hacer comentarios de la historia?
- Cuando termine de leerla – Zac hace un puchero y se me acerca lentamente
- Perdón señora- le doy un beso en la nariz y vuelvo a mirar la pantalla.

- ¿Te comes los sandwish tipo Elvis? ¿Y qué haces para no ser obseo? ¿Te pasas el resto del día en la corredora?- ahora que lo pienso, esa parte de la conversación pudo haber sonado muy mal, pero por alguna extraña razón, él me sonrió y estiró su mano.
- Zac, mucho gusto
- Mao- le volví a sonrerír y ambos mantuvimos el silencio unos minutos. Él recorrió mis compras con la mirada y yo lo miré a él.
- No es que quiera ser entrometido, pero seis paquetes de oreos de merengue se ve un poco…
- ¿Excesivo?- lo interrumpí un poco avergonzada
- Sí- respondió con una risa infantil que me hizo sonrojar
- Bueno, cada uno carga son sus adicciones, yo no te he dicho nada por tus six pack de Dr. Pepper
- Son para mis sobrinos, van el fin de semana y les encanta… yo prefiero algo más… masculino- me miró seriamente, a penar conteniendo su risa. Yo levanto una ceja y respondo
- Supongo que las frituras, las galletas, las bases de pizza, los Nachos, los chocolates, los marshmallows y… los jelly beans también son para ellos
- No, todo eso es para mi, es mi premio por cuidar a mis sobrinos- me respondió y nuevamente me dio esa sonrisa capaz de dejarme sin aliento.
- ¿Cuántos son?- pregunté sólo para no quedarnos en silencio
- Seis
- ¿Y tu novia no te ayuda a cuidarlos?- sé que haberle preguntado eso fue increíblemente obvio, pero no pude evitarlo. La fila avanzó y Zac comenzó a poner sus compras sobre el mostrador de la caja
- No, no tengo novia
- ¿Esposa?
- Tampoco
- ¿Novio?- me sentí estúpida y pésima en el arte de la coquetería en ese punto de la conversación. Él me miró y negó con la cabeza.

- ¿En tu cuento pensaste que era gay?- Zac levanta su cabeza de mis piernas y se me acerca, mirándome con cara de sorpresa
- No, en el cuento quise salir de toda duda
- ¿Y quieres salir de duda ahora?- lo miro directamente a los ojos colo café y me muerdo los labios
- ¿Insinuas que… ?- me da su most kinky look y se acerca aún más a mi, mordiéndome el labio inferior- ¿Y no quieres saber como termina la historia?
- ¿Cómo termina la historia?- pasa sus manos por mi espalda y me obliga a dejar el laptop a un lado. Sus labios viajan rápidamente desde mi boca hasta mi cuello y yo voy olvidando lo que le iba diciendo
- Te cuento mañana mejor

11 de abril de 2011

Con audífonos





Tiro mi vaso de Starbucks vacio en un basurero y suspiro con el estomago redondo. Terminé un frapuccino java chip venti con frambuesa y creo que no voy a ser capaz de comer en el resto del día. Zac sale del local unos segundos después, con los audífonos del Iphone puestos. Me sonríe y toma mi mano para seguir caminando. Yo ya estoy escuchando música otra vez.

Avanzamos en silencio unos minutos. Él canta a media voz y yo me río de la gente que nos mira. Saco fotos a ratos, más que nada para justificar la salida. Enfoco y apunto sin pensar, a los graffitis, a los lugares, cualquier cosa que me llame la atención. Incluso a Zac.

Me confunde pensar cual es la excusa, si salir para fotografiar para estar con Zac o estar con él para poder fotografiar. Las dos alternativas me gustan.

No me habla, sólo murmura la letra de la canción. Me suelta la mano para que camine a mi ritmo de obturación y de a poco se aleja mientras pasamos por un parque. Lo miro y me sonríe.

Monocromo, iso manual, obturación 1/125

Zac se sienta en el suelo mientras yo me enajeno hasta de él por unos minutos. Fotografío en macro el pasto, los bichos, sigo con los árboles, las flores y sus cordones. Él cierra los ojos y canta a media voz, para que sólo yo lo escuche.

You’re gone away, you left me all alone, the only thing I got from you was your dirty tshirt and doll.

6 de abril de 2011

Carry you there



- A veces no importa lo que me digas, es como si no tuviera nada que hacer con las palabras que salen de tu boca- Zac dice mientras cocino. Está sentado al lado del mesón de la cocina jugando con una boleta del supermercado entre los dedos. Me volteo y lo miro mientras sobre el fuego se granea el arroz.

- No entiendo- suspira y lo repite
- Hay momentos en los que me dan ganas de decirte que no me importan las palabras que salen de tu boca- esa frase es como un balde de agua fría que me recorre la espalda y me deja atónica, incapaz de decirle nada. Pestañeo. Él sonríe. Y no sé por que.
- A veces Mao, no me importa lo que dices porque sé que es mentira- vuelvo a la olla y respiro profundamente
- A ti no tengo por qué mentirte
- A mi no, porque no puedes, pero hay momentos, cuando hablas con otras personas, que me dan ganas de tomarte en brazos y sacarte de ahí- lleno una taza de agua caliente y la vació en la olla, revuelvo y la tapo.
- Decir que no te importa lo que digo no suena muy bien
- Decirte que cuando mientes yo lo sé y que no te escucho, porque esas palabras no significan nada para mi es algo que hace tiempo quería que supieras- me acerca un vaso con bebida y me quedo en silencio observándolo. Su gorro, que realmente es de uno de sus hermanos pero que él se quedó hace unas semanas, después de una caminata. Su polera negra, su pelo rubio… la sonrisa que se le dibuja en los labios y que me descoloca. A mi siempre me importa lo que diga o deje de decir. Bueno, él no miente. No que me de cuenta.

- ¿Quieres una o dos hamburguesas?- pregunto, no sé porque. Zac me sonríe y me pasa dos- ¿Con queso?- vuelve a sonreír.
- En serio, ¿te afecto mucho lo que te dije?
- No, es que en la mañana me dijiste que estabas gordo y pensé que… olvídalo
- Olvidado… pero no me refería a eso
- Zac, yo sé que siempre haz sabido cuando algo me pasa, supongo que el no tener que explicarte las cosas es lo que hace que esto funcione, tu simplemente lo sabes todo- pongo las hamburguesas a freír y evito todo contacto visual con Zac, especialmente porque presiento que el resto de la conversación va a doler.
- Pero conmigo no hablas de él…
- No hablo de eso con nadie- lo interrumpo y volteo por un segundo
- Y te enojas cada vez que lo comento
- No me enojo
- Sí, me estas hablando golpeado y no te das cuenta- no me doy cuenta, es cierto. Si él no lo dice, no me doy cuenta. Vuelvo a la comida y el se para atrás mio, con las manos en mis brazos, intentando calmarme.
- Lo siento
- Andrea tiene razón, no estas tomando esto de la mejor manera… van tres meses y todavía no escribes
- Sí, sí escribo
- Cuentos de verdad Mao… no es lo mismo- siento su respiración en mi cuello y un beso suave sobre mi hombro- Esta vez no importa que yo sepa lo que te pasa, importa que tu lo digas y dejes de intoxicarte para olvidarlo un rato
- Zac… yo…
- No me mientas, porque sé que te duele, entiendo que todos te digamos como si fuese lo más fácil y obvio de la vida que tienes que dejarlo ir, pero al menos inténtalo
- Zac… lo intento, todos los días, pero ya no sé que hacer para matar la esperanza, no sé con que emborracharme, no sé si tengo que salir con otros tipos, aun cuando la idea no me llame en lo más mínimo la atención, no sé si tengo que recordarme todos los días que me dejó por una hija de puta, no sé, pero lo intento
- Sí sé, pero tienes que decirlo en voz alta y dejar de mentir con esa sonrisita que no sé como la gente te compra
- La gente ve lo que quiere ver y es mucho más fácil creer el “estoy bien” en vez de mirar lo que ocurre… pásame tu plato- escucho a Zac moverse en la cocina a mi lado y me muerdo el labio para… bueno para no pensar en nada que no sea el dolor físico de mis dientes en mi piel
- Deja de hacer eso

Inténtalo. No tienes que tener miedo en apoyarte en alguien que pueda soportar contigo la parte pesada. Y está bien, porque se puede volver demasiado para tu lo manejes sola, y si no puedes por ti misma sé que vas a decir que no sabes lo que está en juego o lo que te va a tomar arreglarlo.

Pero no me importa lo que digas, no tengo nada que hacer con esas palabras de todos modos. No necesitas tener un Calidac porque voy a estarte esperando con mi espalda lista para llevarte a donde vayas.

Voltéate y podrás ver todo lo bueno que haz dejado atrás, pero sigues estancada con lo que te falta encontrar. Parece que nunca nada va a ser suficiente. Así que tranquilízate y puede que así aparezcan las raíces que expliquen como te sientes. Tanto pelear contra la vida te ha traído hasta acá y aunque estás exhausta me vas a decir que estás bien… pero no me importa lo que digas…

25 de marzo de 2011

Debate


- ¿Por qué ahora no estás enojado conmigo? Me porté peor que la otra vez
- No, no es peor
- Sí lo es, ¿escuchaste todo lo que te acabo de contar?- Zac se ve calmado mientras yo me estreso. Él en el sillón, yo en el puff y al lado, el gato.
- Escuché cada una de las palabras que salieron de esas boca y créeme, no es peor que la otra vez- frunzo el ceño totalmente descolocada con esa reacción.
- ¿Por qué no?
- Por que le doble era el doble y este tipo es un nn
- ¿Qué tienes contra el doble?
- No me gusta desde que lo conociste
- No me habías dicho eso
- Sí, te lo dije hace mucho tiempo, después te dejé de hablar y ahora te lo reitero. No me gusta ese tipo
- Bueno a mi tampoco me gusta ni ese ni este ni nadie que no seas tú y… bueno tú, dejémoslo en tú- hago una pausa y prendo otro cigarrillo, caminando hacia el balcón.
- Ese el tema, me gusta que te enfoques en que no te gusta nadie, ni él ni nadie, que de verdad quieras estar contigo y nadie más
- Pensé que te daba miedo verme sola
- No estás sola, tiene miles de amigos y todos te amamos- vuelvo a fruncir el ceño
- Eso sonó como mala tarjeta del día de la amistad o algo así
- ¿Por qué estas tan a la defensiva?
- Zac, no estoy a la defensiva, estoy… no sé, no entiendo como te enojas una vez y luego no sin darme mayores explicaciones
- Es que el doble era mucho más peligroso
- ¿Peligroso? Ese tipo no es peligroso, ¡no es capaz de hacer nada!
- La cara que te dejó no era nada- ¿de qué está hablando Zac?
- Zac, ¿de qué estás hablando?
- De que el doble te gustó y te sentiste bien porque fue un refuerzo positivo y quiéralo o no, sí te pasaste el rollo mental del final feliz con él y todo lo que el amor incluye
- ¿Perdón?
- Tú pensaste que el doble se iba a enamorar de ti eventualmente y te dolió lo que pasó después, yo no puedo dejar que nada te haga daño
- Zac, no puedes pasar los días esperando que lo que haga no me dañe
- Lo sé, pero sabes que siempre te lo hago saber
- Dejas de hablar y pones cara de idiota- Zac sonríe. De verdad no sé cual es el chiste en esta conversación.
- Cada uno tiene sus métodos y esa es la única forma que tengo que de escuches lo que digo cuando no te gusta lo que digo
- Bueno y ahora ¿por qué no te molesta?
- Porque that dude is harmless and you don’t even have a crush on him
- Lo mismo que con el doble
- No, a ti te gustaba el doble
- ¿Por qué tengo que soportar que me digas que es lo que siento por otras personas?
- Porque soy esa vocecita en tu cabeza que te recuerda que es la verdad entre todas las mentiras con las que te convences de que todo está bien
- Tengo que amarte mucho para seguir aguantándote
- Básicamente ese es el pilar de esta relación
- ¿Tenemos una relación Zac?
- ¿Quieres hablar de eso Mao?

Make it out alive


Pasa gente. Mucha gente. El metro está lleno a niveles inhumanos. Son las 7 y media de la tarde y todos quieren volver a su casa. Las manos se les sueltan mientras Zac busca su teléfono y ella se apresura en comprar los dos boletos en una estación con el aire húmedo y caliente que tiene olor a encierro.
Él se esconde en una salida de la estación con poca gente, ella lo mira desde la fila y le sonríe.

Puede que no salgamos vivos de esto, pero no me importa, porque estás aquí a mi lado.

Afuera de la estación llueve y las calles parecen ríos que avanzan junto con los autos. Bajo tierra él le toma la mano y bajan las escaleras hasta el andén. Ella sólo quiere llegar a casa y meterse a la cama. Él sólo la sigue.

Me sorprendes en formas que nunca imaginé, así que por favor no me hagas daño, aun hay mucho camino por recorrer.

Ella se afirma del brazo de Zac para no caer y él acerca su nariz a la de ella. Ambas están frías.
- ¿Qué vas a querer comer?
- Lo que tú quieras, me da lo mismo
- Iba a hacer lechuga con atún
- ¿Segura que no tienes ganas de una hamburguesa con queso, lechuga, tomate, mostaza y una lata de cerveza?- Zac sonríe. Ella levanta una ceja.
- Por eso preguntaba que querías comer…

Los recuerdos que tenemos podrán ser pocos, pero de verdad me hacen feliz. Acá estamos juntos, simplemente esperando lo mejor.

Zac sostiene el paraguas afuera de la reja mientras ella busca las llaves del edificio. En la bolsa de supermercado van unas hamburguesas, pan y bebidas. Se sonríen, como si se estuvieran contando un chiste sin hablar. Él le ordena el pelo con gotitas de lluvia y ella le besa la nariz antes de volver a caminar con rumbo al ascensor.

No podemos ser lo que no somos, pero ya es demasiado tarde para salir de esto o ponernos a llorar por las dudas. Simplemente estamos aguantando lo que nos pasa y esperando lo peor.