3 de julio de 2010

Promesa



Lo intenté. Intenté seguir, como te lo prometí. Lo intenté con todas las fuerzas que me quedaron después de tu muerte. Luego del funeral ordené la casa. Guardé tus cosas, como te dije que haría y apile las cuatro cajas en el ático.

Lo intenté, te lo juro. Pero no pude.

Intenté volver a trabajar, a enseñar música, que siempre fue la pasión de mi vida. Pero las clases, los alumnos, el piano, nada, ni un átomo de cada uno de esos elementos lo hizo más fácil. Yo quería, quería seguir viviendo, pero por todas las cosas, quería volver a bailar contigo. Maldita sea, me sentía sucio, no podía dejar de pensar en el minuto que me soltaste la mano en esa fría sala de hospital, cuando el doctor cerró tus ojos, cuando tuve que ir a la morgue a vestirte. La escena de tu ataúd bajando para luego ser cubierto de tierra. Todo era parte de una pesadilla que revivía a cada minuto. Por más que lo intentaba, no podía vivir sin ti.

Esa tarde decidí que rompería mi promesa, pensé que de hacerlo, tal vez podría irme contigo y bailar nuevamente. Tomar tu cabello, jugar con el entre mis dedos al ritmo de la música. Pensé que lograrías entenderlo, por que romper mi promesa.

Nuestro departamento se veía tan distinto esa tarde. Ya casi eran las seis y el sol se ponía al fondo de la ventana del living. Las paredes se tiñeron de negro mientras yo me ponia esa camisa que tanto te gustaba, la con las rayas azules. Me abroche los puños y subí al borde del balcón. Por un momento volví a intentar convencerme de que debía cumplir con la promesa que te había hecho, que seguiría viviendo. Pero una vida sin ti no vale la pena, concluí mientras dejé caer mi cuerpo al vacío desde el piso diez. Cerré los ojos y dejé de escuchar la canción que tanto te gustaba y que había puesto en la radio del estudio.

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