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11 de noviembre de 2012

El escape de los muertos


Sus manos abren la reja de la casa y fuerza la chapa para podernos esconder. Todo está oscuro, pero afuera no es mucho mejor. En cosa de minutos escucho como una horda de zombies comienzan a golpear las ventanas, las puertas y hasta las murallas de la casa, intentando entrar.

Tengo ganas de llorar, de echarme a morir. A estas alturas hasta dejaría que me coman para acabar con esta mierda de pesadilla de la que hace semanas no puedo despertar.

- Está vacía- Nicolás abre su mochila y saca dos cargas de balas. Me pasa una y luego pone la otra en su pistola.
- Lo mejor es que te quedes acá mientras voy a buscar a Javier
- No- un pánico superior se apodera de mi ante esa frase. Quedarme en una casa abandonada y rodeada de zombies no es, en ningún escenario, un buen plan para cuidarse
- No me puedo quedar en esta casa sola mientras tu sales a buscar a tu hermano
- Si Reyes, es demasiado peligroso que vayas conmigo y acá no te van a encontrar. Además, voy a volver al tiro
- Cuando dicen eso en las películas nunca vuelven- se me llenan los ojos de lágrimas, pero no cae ninguna por mis mejillas. Es inútil llorar. Estamos condenados.
- En tu mochila dejé otra pistola, dos cargas y las botellas con agua- veo como arregla todo y se asoma sigiloso por las cortinas de una ventana. Afuera está lleno de esos monstruos que quieren comernos y él cree que la mejor idea es que me quede escondida acá.
Es un hecho. Me voy a morir.
 - Voy a lanzar una bengala por el balcón para poder salir ¿te queda carga en el teléfono?
- Si, pero hace como dos días que parece que las líneas están muertas, porque no he podido contactarme con nadie- me afirmo contra la pared y cierro los ojos
- De todos modos cuando estén a punto de comerme voy a intentar llamarte para decirte que dejarme acá fue una mala idea- Nicolás me sonríe, se pone la mochila y se acerca para despedirse.
- Intentare contestarte, pero sabes que nunca escucho el teléfono.
Un ruido proveniente desde el fondo de la casa nos devuelve a nuestro estado de alerta. Nos quedamos quietos, Nicolás apunta hacia el pastillo con el dedo en el gatillo, listo para disparar. Me tiemblan las rodillas, pero intento que no se note. Levanto mi revolver y espero. Algo se acerca.
- ¿Quién anda ahí?- una voz media dormida pregunta
-¡Tengo un rifle y voy a reventarlos si se mueven!- ninguno de nosotros baja las armas. No sé si esto es una trampa, los zombies que hemos visto técnicamente no hablan.
- Estamos buscando refugio, no te vamos a hacer nada… soy Nicolás y ella es Mao, venimos arrancando desde el centro- las manos del desconocido que nos está apuntando tiemblan. En cualquier minuto nos mata. A lo mejor eso sería mejor
- Voy a bajar el arma… si tú haces lo mismo
- Ella también…
 - Hazlo- Nicolás me ordena. Los dos comenzamos a bajar las manos mientras que vemos como el rifle deja de apuntarnos la cabeza
- Me llamo Carlos… ¿Están heridos?
- No… ¿Tú?- le respondo mientras que intento verlo bien en la oscuridad
- No, llevo escondido acá una semana… ¿Cómo escaparon del centro? Por radio dijeron que era imposible sobrevivir, que esas cosas estaban por todas partes
- Tuvimos suerte, mi hermano nos trajo. Ahora fue a llenar el estanque con bencina y tengo que ir a buscarlo para salir de acá, se suponía que debíamos encontrar comida pero no hay nada
- ¿Y se van a quedar acá?
- Yo no, sólo ella- Nico no me mira, ordena sus cosas, guarda la pistola y mueve sigilosamente la cortina para revisar si hay zombies afuera
- Pero sólo por un rato, va a estar más segura acá mientras voy por mi hermano ¿la puedes cuidar?
- Yo me puedo cuidar sola, gracias
- No te preocupes, déjala acá. Si en dos semanas esas cosas no han entrado no creo que justo ahora lo hagan- Carlos se devuelve por el pasillo y dejar su rifle en el suelo. Nicolás comienza a subir las escaleras en búsqueda de un balcón para lanzar una bengala y yo lo sigo protestando su decisión
- Nico, no me quiero quedar, esto no es una buena idea, tengo un pésimo presentimiento
- Reyes, son las dos de la mañana, a lo más me voy a demorar hasta las 6. Confía en mi, nada va a salir mal, ok- me resigno. Si efectivamente nunca vuelve o si me matan antes de que llegue, estos son mis últimos minutos con él y mejor no pasarlos discutiendo.

Miro mi reloj. 3.30 am. Mi cuidador ronca desde la pieza encerrado con llave. Creo que ha sobrevivido estas semanas tomando calmantes o algún tipo de relajante. Hay ruidos afuera, así que intento no moverme para que no me sientan.
Vivir una invasión zombie no es lo que tenía en mente para estas vacaciones de verano. Debería estar en la playa, en una hamaca durmiendo siesta.

Golpes contra el vidrio de una ventana me sacan de mis pensamientos. Mejor dejo de perder el tiempo y me aseguro de que ninguna de esas cosas pueda entrar a comerme. Saco mi revolver y camino por la casa. La puerta de entrada la bloqueé con una cómoda y la mayoría de las ventanas está tapada con madera. A lo mejor Carlos tiene razón, si estos zombies no han entrado en una semana, no deberían poder entrar ahora. 

Pero ni siquiera tengo tiempo de respirar, mínimamente aliviada. El sonido de un vidrio rompiéndose en el comedor me obliga a correr y a reventarle la cabeza a dos de ellos que se lograron colar. Tengo que pensar rápido. Olvidarme que antes eran personas. Tengo que matarlos y poner algo para que no puedan seguir entrando.

Los zombies ya están en el patio. Espero que Nicolás se apure. Como puedo muevo el mueble de una pared hasta el ventanal y me aseguro de que cubra el trozo de vidrio que rompieron. De todos modos necesito más madera o cualquier cosa que sirva para seguir tapando lo espacios por los que puedan entrar. Bueno, supongo que a Carlos no le va a importar que rompa un par de cosas mientras estoy acá. De todos modos, ya dejé dos zombies muertos en su living.

Reviso todos los muebles de la cocina y busco en cuchillo más grande. Debería buscar un hacha, pero las posibilidades de encontrar una son nulas, la entrada al garaje está bloqueada. Es lo que hay. Peleo con la puerta de la cocina un rato, hasta que logro sacarla, sigo con las de los muebles y las apilo en el living.

El silencio me incomoda. Los gruñidos de los zombies afuera suenan como un zumbido que me está volviendo loca. Nunca hice un curso para matar muertos que caminan, a lo mejor me sentiría un poco más segura si supera que carajo estoy haciendo. Lo único que sé hacer es sacar y poner el seguro de la pistola, porque Nicolás me lo gritó mientras salíamos del edificio.
El centro estaba lleno de estas cosas. Pensé que nos íbamos a morir ahí. Salimos de mi casa y nos rodearon. De no haber sido por mi vecino del frente que prácticamente atropelló a todos los zombies de la cuadra para meternos en su camionera ya estaríamos muertos. O comiendo gente como el resto.

Sigo tapando ventanas y puertas como puedo. Afuera pareciera haber una guerra. Es inútil perder balas para matarlos a todos, son demasiado y terminaría atrayendo más de esos a la casa. Necesito hacer silencio, esconderme. A lo mejor la técnica de Carlos es buena, esconderse, no hacer ruido y esperar a que esto termine de una vez. Pero lamentablemente no soy buena para quedarme haciendo nada.

Ya casi son las 5. Falta menos para que amanezca. No sé porque sigo pensando que con el sol todo esto va a terminar. Nicolás todavía no aparece, espero que este bien, que haya encontrado a su hermano y que venga pronto por mi. No sé cuanto tiempo más voy a resistir aquí a dentro. Las ventabas ya están empezando a ceder y las puertas también.

Sigo mirando mi teléfono cada dos segundos esperando que me llame para decirme que está afuera. Esta casa huele a muerto y no sólo por los cadáveres de zombie en medio del living, tengo un mal presentimiento. Son demasiados allá afuera.

El sonido de las tablas cediendo ante el peso de cientos de cadáveres me hace reaccionar y en menos de un segundo corro a la escalera, disparándole a todos los que se me acercan. Pero son demasiado. Sus bocas con sangre, el olor a muerto de sus cuerpos, sus brazos podridos levantados para atraparme a cualquier costo… todo es demasiado para mi.

Sigo subiendo y sigo disparando, reventando cráneos y viendo como cadáveres pisan cadáveres, desesperado por comerme. Cierro la puerta tras mi espalda, pongo el seguro y busco algo más con que bloquear la entrada. Arrastro la comoda con el televiso arriba miro a mi alrededor. Estoy atradapada en esta habitación. Afuera de la casa está lleno de zombies. La casa está llena de zombies. Nicolás no va a llegar a salvarme, lo más seguro es que ya lo hayan matado, a lo mejor ni siquiera logró salir de aquí…

Ya no hay nada más que hacer. Esto se acabó. Si salgo me matan. Si me quedo me matan. Busco mi teléfono en uno de mis bolsillos y marco. La línea no funciona. Corto y vuelvo a marcar, pero no suena nada. Comienzo a llorar sin darme cuenta, supongo que ahora no importa que me desmorone. Ya no importa nada.
Lloro en el suelo, abrazando mis piernas en posición fetal. Como último instinto de sobrevivencia me escondo debajo de la cama, como si eso fuese a ayudar en algo. Sigo llorando hasta que los ojos me arden tanto que apenas puedo tenerlos abiertos y me quedo dormida, a la espera de que los zombies me coman y todo esto termine de una vez.

Despierto asustada. No logro escuchar nada. Espero unos segundos y me asomo desde mi escondite. El sol brilla. Debe ser cerca de medio día. Me pongo de pie y miro por la ventana. No se ve nada extraño, ni zombies, ni cadáveres. Nada.

Intento escuchar a través de la puerta, pero sólo hay silencio. Muevo muy despacio el mueble para no hacer ruido, le saco el seguro a mi revolver y sin quitar el dedo del gatillo, abro la puerta muy despacio. Huele a tocino.
- Hola, baja, tu desayuno está listo, Nicolás ya debe estar por llegar- Carlos me dice con una sonrisa desde la cocina mientras yo me asomo al primer piso para ver que pasa.
Y no puedo creer lo que veo… no hay zombies. No están todos los cadáveres que recuerdo haber visto mientras subía a esconderme. No hay nada. Es como si nunca hubiesen existido. Suspiro aliviada y bajo mi arma mientras comienzo a bajar para comer algo. No recuerdo cuando fue la última vez que comí algo que hubiese pasado por el fuego de una cocina.

Pero algo me obliga a detenerme antes de llegar al primer piso. Carlos. Carlos camina lento, como su sus piernas estuviesen podridas… muertas. Se da vuelta al escuchar que me detengo y me mira a los ojos mientras que comienza a acercarse a mi. Vuelvo a subir lo más rápido que puedo, superada por el miedo, cuando me doy cuenta que la escalera está llena de zombies. Salen de todas partes de la casa, incluso los que recuerdo haber matado anoche.

Disparo para hacerme camino, pero es imposible avanzar. Es imposible luchar.